La barbarie de destrucción de nuestras zonas reconocidas como ambiente urbano monumental, de La Plaza Matriz, El Parque Cuadros y el inigualable Malecón Miguel Grau, cometidos en forma inconsulta por el único responsable Augusto Miyashiro Y., ya no se podrán remediar, el daño es irreversible, así lo señalan el INC, la Defensoría del Pueblo y el ilustre Colegio de Arquitectos del Perú y en especial los vecinos de Chorrillos.
Sobre este particular, es necesario que el MEF y en especial el Tesoro Público, se abstengan de ejecutar las transferencias monetarias para la continuación de las obras y que la Contraloría General, conjuntamente con el Congreso de la República, de una manera sumaria denuncien al infractor y lo castiguen con la destitución y lo denuncien penalmente, ya no se puede esperar más, el daño irreparable ya está hecho.
Durante siglos, el hombre ha expresado su creatividad, en el modo de habitar, superando el sentido de lo utilitario. Ha conformado, en el tiempo y en el espacio, un universo semiótico de códigos y lecturas sujeto a sus particularidades especiales.
Es un error, entonces, hablar de “Arte Prehistórico” (inclusive del patrimonio monumental) infiriendo que de no haber un registro de escritura no podemos ubicar estas creaciones como historia. La escritura no es el único medio para investigar el pasado, tenemos en el arte y la arquitectura un poderoso instrumento que arroja luz acerca de la memoria, nos enlaza con el tiempo presente y nos hace conscientes de nuestra identidad.
Es por eso que el Patrimonio Monumental, es un cronista de la memoria y más allá de la interrelación holística de “los chorrillos”, el morro solar o el ecosistema de los Pantanos de Villa, perviven entre nosotros, el legado del pasado de nuestras gentes y de sus obras, como Armatambo y su deidad Sulcovilca, a la que admiraba Juan de Arona, en pleno siglo XIX, allí está. Impertérrito a los tiempos “el acequión” conocido como Canal o Río Surco, la Hacienda Villa y hoy, por hoy, el depredado vestigio monumental de nuestra época republicana: El Parque Cuadros. Que, al igual que, el Zigurat babilónico, nos habla de supersticiones y el aferramiento a los astros, como si se encargaran de tejer el tapiz de nuestro destino.
El patrimonio arquitectónico es un testimonio que relata el pasado y nos invita a hacer una exégesis de nuestra historia. Nos lleva de la mano a la comprensión de los grupos humanos, al conocimiento de nosotros mismos y finalmente, a una mejor construcción, en el tiempo y el espacio de eso que llamamos historia.
Es un error, entonces, hablar de “Arte Prehistórico” (inclusive del patrimonio monumental) infiriendo que de no haber un registro de escritura no podemos ubicar estas creaciones como historia. La escritura no es el único medio para investigar el pasado, tenemos en el arte y la arquitectura un poderoso instrumento que arroja luz acerca de la memoria, nos enlaza con el tiempo presente y nos hace conscientes de nuestra identidad.
Es por eso que el Patrimonio Monumental, es un cronista de la memoria y más allá de la interrelación holística de “los chorrillos”, el morro solar o el ecosistema de los Pantanos de Villa, perviven entre nosotros, el legado del pasado de nuestras gentes y de sus obras, como Armatambo y su deidad Sulcovilca, a la que admiraba Juan de Arona, en pleno siglo XIX, allí está. Impertérrito a los tiempos “el acequión” conocido como Canal o Río Surco, la Hacienda Villa y hoy, por hoy, el depredado vestigio monumental de nuestra época republicana: El Parque Cuadros. Que, al igual que, el Zigurat babilónico, nos habla de supersticiones y el aferramiento a los astros, como si se encargaran de tejer el tapiz de nuestro destino.
El patrimonio arquitectónico es un testimonio que relata el pasado y nos invita a hacer una exégesis de nuestra historia. Nos lleva de la mano a la comprensión de los grupos humanos, al conocimiento de nosotros mismos y finalmente, a una mejor construcción, en el tiempo y el espacio de eso que llamamos historia.